viernes, 28 de octubre de 2011

Racionalidad y descolonialidad

La racionalidad no es un privilegio moderno ni occidental, los teóricos de la descolonialidad ¿qué idea de razón tienen?
Nietzsche ya se opuso a la racionalidad moderna. Como señala Mignolo, los postmodernos se oponen a la idea de “totalidad”. Y como todos sabemos, los acólitos de la descolonialidad leyeron todas estas fuentes y sus pupilos se iniciaron en el misterio de la descolonialidad o “de-linking”, con la filosofía occidental.

Cuando uno lee a estos autores autodenominados de la “descolonialidad” como en cualquier grupo de discusión “racional”, no se pueden esgrimir argumentos en contra pues lo que señalan son un grupo de obviedades que han agrupado de un determinado modo (la idea de totalidad, en un sentido occidental, la forma de “irrealidad”, si vale el término, del discurso “modernizador”, etc.) y mesianismos (como el situarse como superación del discurso post-moderno y post-colonial, de lo analítico y lo programático,)

En estas teorías el paradigma esencial de lo occidental es la lógica capitalista.

Es un error suponer que una lógica distinta opera en los sujetos de cada cultura. La manera de ver las cosas y de enfocar los problemas puede ser distinta pero no la lógica. Si fueran distintas las estructuras de nuestro raciocinio nunca se podrían intercambiar ideas, no habría el universal “humanidad”. Cuando se habla de lógicas distintas en realidad se hace referencia a los distintos modos de codificar y decodificar la razón. En ese sentido hay que distinguir la racionalidad lógica de las racionalidades culturales.

Los recientes acontecimientos demuestran que estas teorías lejos de “des-” o “de-”, cualquier cosa que quieran con las racionalidades alternativas, están despertando maravillosamente pero dogmáticamente la imaginación de los feligreses no tan doctos en estos saberes, quienes emplean la idea ignorada, asociada a una que otra idea antropológica o arqueológica, para adaptar mitos pasados a conveniencias presentes de modo muy instrumental. Es decir, un modo de proceder, según sus propios cánones si es que fueran autocríticos, muy occidental.

sábado, 15 de octubre de 2011

Sartre, los intelectuales y los jefes

Pensaba estos días en qué es un intelectual. Evidentemente con intelectual no me refiero a esa definición filosófica que versa sobre las actividades del pensamiento, cognoscitivas o espirituales. Pensaba más bien en ese protagonista social cultivado en el siglo XX: el intelectual de izquierda. Por el contrario no podría considerar intelectual a alguien que emplea su inteligencia sabiendo, o al menos considerando, que otros humanos sufrirán consecuencias dolorosas o que, no sabiendo, la emplea por estúpidos juegos que terminan con el mismo resultado negativo; como en la moneda falsa de Baudelaire.

Paralelamente, un suceso fortuito con un troglodita me hizo considerar ciertas cosas sobre el tema, al poder perfilar mejor ese prototipo de bestia mediana que produce el sistema capitalista. El susodicho del suceso, que es un peso mosca de ese sistema, en un ataque de histeria, tuvo encontronazos con medio mundo en una ridícula actitud de “no saben quién soy yo” en el lugar donde trabajo, por una cuestión, créanme, absolutamente menor. Esa actitud trasuntaba la que debió haber visto, sufrido y admirado de y en sus propios patrones. El mismo espíritu alienado del esclavo, que teniendo la ocasión de ser libre, no piensa en liberar a los suyos sino en aprovechar cualquier ocasión para ser amo. Un espectro me invadió, y me vi impulsado a recordar “La infancia de un jefe” de Sartre. La actitud ridículamente autoritaria del troglodita de traje y corbata quizá fue también engendrada por quién sabe qué sucesos de una tremenda infancia.

Veo esa bestia mediana como el reverso del intelectual de Sartre. Jean Paul Sartre, en una entrevista para Radio-Canadá, decía: “Un intelectual aparece en el momento en que el ejercicio de este oficio hace surgir una contradicción entre las leyes de ese trabajo y las leyes de la estructura capitalista. Digamos que cuando el científico que necesariamente tiene una relación con lo universal, ya que lo que busca son las leyes, al darse cuenta que esa universalidad ya no existe en el mundo, ya que no encontramos más conceptos universales sino que, al contrario, encontramos clases opuestas que no tienen el mismo estatus ni la misma naturaleza, que el humanismo burgués que se pretende universal es en realidad un humanismo de clase, en ese momento, si encuentra esa contradicción el científico, la encuentra en sí mismo. A pesar de los conceptos burgueses que él mismo tiene por haber sido instruido y educado por los burgueses, al mismo tiempo él siente que su propio trabajo lo conduce a esa idea de universalidad que es contraria a la de los burgueses y en consecuencia, a la naturaleza de su propia constitución. Es entonces que se convierte en un intelectual.”

La bestia mediana y el intelectual son generalmente producto de la misma educación, media o alta, propia de la clase burguesa. Los dos crecen alienados por su formación. Uno “construye”, bajo la terminología capitalista, “sostiene” el sistema, un orden que a su vez produce otros como él mismo. Sujetos que, teniendo una comodidad económica relativa terminan siendo “unos pobres diablos que al creerse ricos se creen de derecha” como diría Augusto Céspedes. El otro “destruye”, es decir, critica el sistema y hace algo para resolver la contradicción que inicialmente encuentra en sí mismo y que se convierte en una lucha que tiene por fin la universalidad. El intelectual de izquierda es un subversor del orden social establecido, del orden alienante.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿Pertenecen a la izquierda? La indignación sobre Evo Morales y el MAS

1. Dados los últimos acontecimientos con relación a los indígenas del TIPNIS el gobierno ha despertado una indignación generalizada por el manejo del Estado . Pero muchos grupos, incluida la oposición de “derecha”, ya han lanzado un juicio: “Así se comporta la izquierda”. Como si “la” izquierda en sentido unitario existiese. Como si Evo Morales y el MAS (Movimiento Al Socialismo) fueran de izquierda.

2. La izquierda política es una posición caracterizada por el universalismo, pero dentro de una esquema racionalista, dentro de un sistema político. Obviamente excluye la búsqueda de fines particularistas e irracionales. Ahora bien, que un grupo se autodenomine de izquierda no quiere decir nada más que éste se considera de izquierda, que quiere mostrarse tácticamente como tal, o simplemente que la práctica ha desmontado su ideología y que ha dejado de serlo. La subjetividad no puede aportar más que una referencia. Si el agente político es de izquierda, son sus actos y fines lo que le denuncian como tal. Así, son únicamente los hechos los que pueden afirmar o negar esa condición. Por ejemplo, que terroristas o políticos musulmanes digan ser de izquierda, no los hace ser de izquierda pues el racionalismo de la izquierda es incongruente con un sistema religioso o metafísico, es decir no racionalista, que emplean la política como medio y cuyo fin es erigir una particularidad de individuos o grupos sin apelar al consenso o en clara oposición a la libre opinión.

3. El MAS se pensó como “la” izquierda boliviana, una izquierda excluyente del resto de las izquierdas pues señalan a los que se le oponen como grupos de derecha. Es evidente que muchos partidarios del MAS tienen un “sentimiento” de hombres y mujeres de izquierda, pero lastimosamente la subjetividad, como sugerimos, no tiene nada que ver en este asunto. Lo sintomático es, al contrario, que al perder figuras que persiguen con medios racionales los fines sociales, han abandonado en tropel sus filas. Como Alejandro Almaráz, ex-Viceministro de tierras y reconocido defensor de la causa indígena que, en este momento se encuentra movilizado y asumiendo una posición, éticamente consecuente, de defensa de la causa indígena pero esta vez contra el gobierno de Evo Morales. Seguramente ahora el señor Almaraz es de derecha bajo la lógica del partido gobernante.

4. Resulta claro que si bien no se puede negar que en un momento, al finalizar la Guerra del Gas, Evo Morales y el MAS, ocuparon con mayor nitidez una posición en la izquierda prestigiada por muchos de sus miembros (recordemos a Andrés Soliz Rada), tampoco puede olvidarse que nunca tuvieron fines generales o universales lo suficientemente independientes de lo que los grupos particularistas demandaran (llámense cocaleros, gremios, sindicatos, colonizadores, cooperativistas, comunarios, etc.). Era una izquierda indefinida. Se jugó durante mucho tiempo a encaramar un borroso plan de universalización y hegemonía de un particularismo “heroico”, pero ciego, que se frustró, pues nunca terminó de articular un discurso reconocido como capaz de dirigir las acciones revolucionarias necesarias.

5. Después de los últimos tropiezos con el asunto de los indígenas del Parque Isiboro Sécure la posición pasó de la pelea con el pueblo a la pelea contra el pueblo. Si el MAS esgrimió una izquierda un día, aunque sea indeterminada, de ser indeterminada pasó a no ser nada.

jueves, 15 de septiembre de 2011

¿Aprenden los estudiantes a ser críticos?

Los docentes suelen repetir constantemente que desean hacer de sus estudiantes sujetos "críticos" y a partir de eso que puedan éstos evaluar la realidad en tiempos complejos como los que vivimos, a saber: tiempos con ausencia de valores, disminición de la fe, ciencia sin ética, etc., etc.

Sin embargo, si bien el fin es correcto los medios no. Los profesores suelen no ser ellos mismos críticos, pues en la mayorpia de los casos los valores que siguen no son pensados sino asumidos por tradición, su fe es producto del adoctrinamiento y la tradición, y no pueden demostrar usulamente lo que enseñan. ¿Cómo enseñar lo que no se sabe ni se vive?.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Indisciplina social e imperio de la ley

La actual situación social boliviana llena de conflictos y vicisitudes no responde a una simple cuestión casual sino a un problema relacionado a los hábitos, las costumbres y el abuso de la jurisprudencia.

El imperio de la ley es lo que caracteriza a una iuris societas, es decir una sociedad en la que las subjetividades se encuentran por debajo de las reglas de juego, una sociedad donde la igualdad procede del marco normativo. Tanto en la antigüedad como en los estado "modernos", la constitución establece ese marco normativo. Pero como sabía Aristóteles, una constitución, la ley de leyes, no se puede cambiar así por así, pues la obediencia a la ley procede del hábito y la costumbre. Esta vieja lógica la reafirmaron en varias ocasiones autores como Giovani Sartori, Norberto Bobbio, etc.

Hace no muchos años se pretendió hacer una refundación de la República de Bolivia a partir de la creación de una nueva constitución política. Así la ex república es ahora el Estado Plurinacional. Pero, siguiendo la lógica del razonamiento aristotélico, habría que preguntarse ¿podrá servir este nuevo marco normativo, a la implantación de un imperio de la ley?, cuestión que está vinculada a ¿cuántos y quiénes se sientes identificados con esta nueva entidad? y ¿cuántos y quiénes conocen y respetan las nuevas reglas de juego?

Hace poco el problema del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)con relación a la carretera entre San Ignacio de Moxos y Villa Tunari, reveló que la necesidad, desde el punto de vista del gobierno, choca a veces con la legalidad. Se reveló una especie de entrampamiento pues fue el gobierno de Evo Morales el que promovió y prácticamente redactó la Nueva Constitución Política del Estado que, como parte de las políticas de defensa de los derechos indígenas, señala en el Art. 30, inciso 15, que los pueblos indígena originario campesinos tienen derecho "A ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a través de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas suceptibles de afectarles. En este marco se respetará y garantizará el derecho a la consulta previa obligatoria, realizada por el estado, de buena fe y concertada, respecto de la explotación de los recursos naturales no renovables en el territorio que habitan". Entrampamiento pues ahora los intereses del gobierno y se supone que del Estado chocan con los derechos de los pueblos indígenas. Si el actual gobierno no respeta el mandato constitucional vinculante ¿qué garantiza que otros gobiernos salgan con los mismos argumentos e ignoren la ley?

La práctica de la normativa legal es la que se refiere a los hábitos y costumbres, pero también a la jurisprudencia. Es así que si el gobierno no cumple con el mandato legal sienta precedente de relativización o no acatamiento. Y si esto es así cuando cree conveniente, puede parecer que cualquier ciudadano puede hacer lo mismo.

¿Cómo recuperar el Estado de Derecho?

jueves, 1 de septiembre de 2011

Para pensar la rebeldía juvenil

Estos días estoy un poco más holgado de tiempo y tengo para pensar en las circunstancias que rodean el quehacer formativo en mi papel como educador de jóvenes. Y pensaba hace un momento en la rebeldía. Ciertamente hay quienes dicen que la rebeldía juvenil es positiva pues saca del quietismo la anquilosada maquinaria social. Puede que sea cierto pero no está bien meter a todo mundo a la bolsa, vale decir, a todos los rebeldes.

La rebeldía de los últimos siglos (desde la Revolución Francesa) se ha enmarcado casi exclusivamente en los diferetes movimientos de izquierda. En las diferentes "generaciones de izquierda" si seguimos la clasificación de Gustavo Bueno. ¿Serán los jóvenes rebeldes de ahora la promesa de la futura izquierda?

No creo. Afirmar eso sería, precisamente, meter a todos los rebeldes en una misma bolsa.

Dos relaciones que nos ayudan a clasificar a los jóvenes rebeldes son la oposición racionalidad-irracionalidad, particularismo-universalismo. Si polarizamos en dos grupos contrapuestos, que evidentemente no son los únicos, hay rebeldes que luchan contra las contradicciones del sistema porque buscan la verdad en términos clásicos de necesidad y universalidad, y rebeldes irracionales que luchan contra el mismo sistema por una necesidad particular de no ajustarse a ninguna disciplina.

Los racionalistas universalistas son pocos. Pero ya sería interesante que hubiesen muchos racionalistas aunque no universalistas, pues esta condición es lógicamente posterior al racionalismo, y siempre es reconducible. Es decir que se llega al socialismo después de una búsqueda racional. Son más sin embargo los rebeldes particularistas y los irracionalistas que desde ya generalmente unen en sus personas estas dos cualidades.

En este punto entiendo lo que quería decir Adorno cuando señalaba respecto de la tradición que "es preciso tenerla dentro de uno mismo para poder odiarla" (Minima Moralia, 32). Así, para oponerse al "sistema" es preciso haber vivido su rigor. ¿Cómo un jóven barbaro que no conoce la disciplina puede odiarla si nunca ha gozado de sus beneficios y por lo tanto no ha podido hallar sus contradicciones?

Ese jóven barbaro irracional, en un momento de su vida adulta gozará de las ventajas de la tradición y si ha tenido un paso por las corrientes anticonservadoras éste será breve. Es decir que el rebelde, antaño irracional será el conservador racional que el sistema hegemónico pide.

¿Vale la pena seguir pensando la rebeldía como un monolito?, es decir, ¿una sola cosa?

miércoles, 13 de julio de 2011

La mayor muestra de esclavitud de alguien es no saber por qué hace lo que hace.

Algunos dirían que el problema es no saber qué se es. Pero esto es una estafa. Lo que se es no se revela sino a través de lo que se hace. Esto no significa que lo pragmático aquí es un principio sino que no podemos juzgar (la filosofía) o analizar (la ciencia) subjetividades como objetividades. Lo que uno es para uno mismo, es decir, el orden subjetivo, no interesa como realidad del mundo social. Las relaciones sociales son relaciones de hecho y es por eso lo histórico lo que interesa.

jueves, 16 de junio de 2011

La bolivianidad

 Publicado hace 6 años (31/03/2006 09:27:22) 
http://www.mirabolivia.com/foro_total.php?id_foro_ini=114832&linksorden=2&pag=1
 
A tres años de la insurrección de octubre la situación política del país presenta aún serios problemas. Paradójicamente, las bases sociales que la propiciaron y que luego apoyaron a Evo Morales se han convertido en uno de los principales obstáculos del gobierno producto de una distorsión de su sentido.


Ahora bien, darle a los sucesos de septiembre y octubre del 2003 el carácter de una revolución sería muy complicado puesto que no fue conducida por ningún líder en especial y bajo ningún programa alternativo de sustitución del modelo. Aunque el MAS tenía un cierto programa nacionalista de izquierda no tuvo el protagonismo que si tuvieron las organizaciones, principalmente vecinales, de El Alto a las que se plegaron el resto de los sectores sociales, incluido el MAS.


Las agencias noticiosas internacionales en su mayoría le atribuyeron al líder cocalero la conducción del movimiento que derrotó al gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Eso provocó que el MAS adoptara un perfil acorde a la brecha que se abría. La consigna nacionalista demandaba un líder que encarnase su bandera. Ese líder fue Evo Morales.


Morales logró sintetizar en su persona la posibilidad de cambio, ante la clase media urbana, y de reivindicación, ante las clases indígenas. Estos dos elementos centrados en un nacionalismo renovado (en el sentido de continuar algo interrumpido) sobre la base de antiguas propuestas del nacionalismo revolucionario del pasado siglo: equidad social, reforma agraria, nacionalización de recursos no renovables (evidentemente el problema de las minas se ha desplazado a los hidrocarburos).


Así, Guillermo Bedregal decía el año pasado en una entrevista con Cayetano Llobet, que el nacionalismo revolucionario seguía presente, que los nuevos movimientos ni siquiera eran originales en el lenguaje que empleaban para describir a sus rivales con otro término que no sea el de “partidos tradicionales” acuñado por el MNR. Pasadas las elecciones ciertamente ese nacionalismo revolucionario en su forma más honesta lo pudimos ver encarnado en la figura de Andrés Solíz Rada, ahora ex Ministro de Hidrocarburos.


El nacionalismo revolucionario realmente sigue siendo un parámetro importante en el ámbito ideológico porque responde a problemáticas reales (control de recursos estratégicos en manos privadas sin ganancias apreciables, uso de fórmulas ineficaces o eficaces solo para los intereses de los proponentes, enajenación social, racismo, desinstitucionalización, etc.). Lo que ya no es parámetro de nada es el MNR que los últimos años se encargó de ser el símbolo de lo antinacional y ariete de la contrarrevolución (o restauración, o como quieran llamarle). Ahora bien, una diferencia apreciable, el nacionalismo que propone el MAS está más identificado con la izquierda contemporánea que el MNR con la de su mejor época.


Al frente tiene a los bloques que pareciera que se reproducen en una suerte de arcaísmos. Por un lado la derecha pro-extranjera de PODEMOS, a la que llamé en el número pasado la “nueva Concordancia” haciendo referencia a la unión de los partidos tradicionales a finales de la primera mitad del siglo XX que se fundieron en un intento de sobrevivir el holocausto político. Por otro lado los sectores de la izquierda trotskista (cuyo último refugio es el magisterio urbano) y los movimientos sociales sindicalizados; los primeros que persisten con la idea de un gobierno obrero-campesino y la revolución permanente, y los segundos, con ideas sectaristas inconciliables con una visión de país a largo plazo.


En este panorama cabe identificar algunas de las características del problema del pensamiento colonialista principalmente en las elites que se puede identificar como antinacional y responsable del fracaso de los anteriores modelos.


Isaac Bigio, experto de la London School of Economics, decía en una ocasión que en Bolivia las elites desprecian al país que les ha enriquecido. Nada más cierto. Desde la fundación de la república los criollos no dejaron de ver a Europa como la tierra prometida. Según Rafael Bautista (en Octubre: el lado oscuro de la luna) la lógica de la clase criolla boliviana sigue la de la dialéctica del Amo y del Esclavo, en la que “el ‘esclavo’ que nunca deja de serlo, ni con su libertad, necesita por ello, perseguir la libertad ajena, porque su única experiencia de vida es la negación de la libertad y cree que la vida consiste en eso”. Salvo excepciones, para hacer dinero o tener mejores oportunidades en Bolivia uno de los requisitos ha sido ser blanco o no-indio. Hay que añadirle a eso que el criollo no solamente es un liberto con conciencia de esclavo sino que además es una figura inconstante, no sienta tradición. Por eso muchos de los oligarcas han hecho maletas y fugado en cuanto las cosas se han puesto feas, para darle paso a una nueva camada de explotadores provenientes del extranjero y quienes rápidamente se acomodan a las circunstancias.
Eso denuncia algo, la propia incapacidad de las elites de tomar definitivamente el control y sentar hegemonía, su naturaleza propiciada no por ellas sino por las “circunstancias”, y por su constante desapego al interés nacional global con el que evita la asunción de un movimiento contra-hegemónico. Esa es la encrucijada, bastantemente difundida, del empate catastrófico.


Por otro lado contiene en su historia aspectos muy negativos, como sus lazos estrechos a las dictaduras, su cultura autoritaria y su innegable propensión a la corrupción.


Hace poco tiempo llegó a mis manos un documento de Bernard Inch, muy indignante respecto a la problemática de la identidad. Inicialmente afirma que vivimos un giro político que deja a todos en un punto cero desde el que se puede proyectar el futuro, partiendo de él mismo: “poco importa que yo tuviese un pasado enefero-mirista”, dice. (Una chirigota. Por gana y gusto Bernard Inch tira por la borda la historia y se equipara a nacionalistas consecuentes como Andrés Solíz Rada.)


Después, señala al neo-liberalismo “social” y la socialdemocracia “moderna” como centro ideológico fuera de los cuales aparecen el conservadurismo y el socialismo de mercado, como derecha e izquierda radicales, respectivamente. De este modo tenemos a Europa y Estados Unidos como centro y los demás como radicales. Así, no hay ningún problema en el mundo y simplemente la discusión entre las tendencias de centro son más composibles que las de los extremos. A fin de cuentas todos se creen centro. Olvida totalmente donde estamos.


Tipifica al MAS como indígena-comunista, indígena-leninista e indígena-estalinista enmarcado en un afán absolutista. ¿Qué hubiera dicho este señor si entraba el MIP a la cabeza de Felipe Quispe?, ¿tendrá el genio de crear más adjetivos sobre la magnitud de la redicalidad? (atomizadores, ultras, etc.)


Dice que el incluir, desde el punto de vista del criollo, al sector indígena excluido es un “complejo” de inclusión. Claro, el ser excluido o incluido es para él un “relativismo”. El excluido es ahora el blanco o el no-indio. Debo haber imaginado los apelativos de indio, cholo y mugroso, como hace poco “creo” escuché en el micro, ¿no señor Inch?. O debo haber imaginado que oí decir a muchas personas que “lo maleantes e ignorantes [de los indios] lo llevan en la sangre”.


Señala que las migraciones serían perniciosas y provocarían un “separatismo involuntario”: “Los cruceños no son separatistas, sin embargo son empujados a ello por una ‘inmigración mayoritaria’ agresivamente modificadora de los ‘valores y símbolos’ cambas de influencia racial y cultural altamente hispánica” –la cursiva es mía. ¡Caramba!, Bolivia estaría bien si cada quien se mantuviera de su lado. Los aymaras y quechuas, desde esta perspectiva, tienen la osadía de pedir tierra improductiva para trabajar. Tierra que no la trabajan los pobres terratenientes acosados por las hordas de salvajes que quieren pervertir su tradición. Habla de la identidad originaria, como si por ella tuvieran los indígenas más poder que el dinero, los medios de comunicación y las influencias de un sistema político estructurado por la plutocracia. ¿Cuántos de los hombres de la elite cruceña tienen familias de hace más de cien años en Santa Cruz?, ¿cuántos de los potentados terratenientes no fueron favorecidos con tierras fiscales en las dictaduras militares y gobiernos de la derecha?, ¿cuántos no estuvieron ligados al MIR, MNR, ADN y FNR causantes de lo que el mismo Inch denomina negativamente “la capitalización ultra-liberal”?, ¿cuántos no abrieron la boca cuando se despedían 30 mil trabajadores mineros en 1985?, ¿cuántos no recibieron créditos “especiales” del banco industrial?, ¿cuántos pagaron esos créditos? Hagan sus cuentas y veremos cuanta cultura e identidad “propia” queda.


En la mente simplificadora de Bernard Inch la historia ya no cuenta, hay que dejar de lado las ideas separatistas y racistas del siglo XX (y más atrás), las prebendas, el nepotismo y la corrupción, y lanzarse al futuro “de cero”.


Hay que recordar en este punto que la actual coyuntura regionalista cruceña es producto, en parte, del trabajo logrado concientemente por la agrupación Nación Camba. El mismo Sergio Antelo lo reconoció en un diálogo con Roberto Barbery, de tal modo, que encajaba perfectamente con el planteamiento teórico de Anthony Smith, quien indica que los nacionalismos son el resultado del trabajo de intelectuales que rescatan viejos elementos histórico-simbólicos, en una suerte de trabajo arqueológico, que ponen en vigencia luego para movilizar a las masas. El mismo nombre de “media luna” es sintomático de esto (como señala Rafael Bautista en el texto mencionado).


Inch acusa a los “teóricos del MAS” de proponer una clasificación con categorías racistas ligadas al purismo indígena (sin citar al “teórico” que incurrió en esa barbaridad) olvidando que, líneas arriba, defendía “los ‘valores y símbolos’ cambas de influencia racial y cultural altamente hispánica” de la “inmigración (...) agresivamente modificadora”.


Para Inch “la prioridad es permitir la “institucionalización” de las diferencias, de las diversidades, retroalimentando la unidad nacional”, ojo que Inch no dice “respetar” sino “institucionalizar”, es decir, y vuelvo con esto, que cada quien se mantenga de su lado para que no hayan problemas. Ustedes en su situación, nosotros en la nuestra. En realidad con el señor Inch en el fondo no hay ningún problema si cada quien esta donde corresponde, no decían eso los teóricos del apartheid.
“Los viejos partidos ya no sirven, no es un problema de personas, es un problema de los tiempos actuales”. “No es un problema de partidos o transfugios”. Siendo así, dejemos pues que el tiempo pase, tal vez un tiempo más “afortunado” nos espere a la vuelta del minutero. Sin embargo no olvidemos que Bernard Inch es un consecuente tránsfuga cuya última derrota política (candidateaba para senador por Unidad Nacional) la sufrió precisamente ante un masista, Santos Ramirez, quien a todas luces goza de mayor legitimidad ideológica para representar a Potosí sin coloniaje mental.


Por otra parte no sólo las elites tienen un corte antinacional. Fruto de este esquema hegemónico, los analistas políticos de derecha y nuestros políticos “letrados” emplean frecuentemente en sus evaluaciones de la situación, comparaciones y alusiones con elementos de la historia europea, para cualquier detalle (a García Linera le llamaron Robespierre). El pensamiento universal no es, en absoluto, negativo en sí; pero es útil solamente mientras no se pierda la ubicación. Sería ridículo pensar que por ser nacionalistas se tenga que evitar la cultura. Pero es otra cosa que se pretenda sacar conclusiones o reglas de acción por pura analogía con sociedades que no comparten ni la historia ni la composición social con las nuestras. Ese es el problema del fracaso de las recetas neoliberles (en la economía) o las políticas educativas (como la última Reforma educativa); y la fortaleza de las posturas nacionalistas que han estado orientadas a descubrir, aunque sin gran éxito aún, aquello que Alexis Pérez identifica como necesidad: el descubrimiento de la Bolivia profunda .


Del mismo modo se estrangula el análisis con el uso del cliché regionalista. Por ejemplo en la actual y falsa disputa entre oriente y occidente se declara que en La Paz la gente define a Santa Cruz “con mucha ligereza y bastante ignorancia” (La Prensa 1-10, p. 15A) por el primer anillo, es decir, como una región de ricos y oligarcas. Absurdo, los “kollas” sabemos bien que Santa Cruz tiene una composición diversa, a tal punto, que uno de esos componentes con mayor presencia es “kolla”. Pero sabemos también que quienes se atribuyen la representación de Santa Cruz con apariencia de mayor legitimidad son aquellos que nunca ganaron una elección popular: como los representantes del comité cívico Pro Santa Cruz y los empresarios, especialmente, de la CAINCO, que todo el tiempo hablan de democracia pero que no la practican en sus instituciones y que gozan, es perfectamente entendible dado el trabajo arduo de estructuración del regionalismo, de mayor legitimidad que las instituciones democráticas. A tal punto llega esto que, dado que PODEMOS perdió en la elección para constituyentes ante el MAS, estas instituciones se han convertido en los mejores aliados del partido de Tuto Quiroga. Claro, como la gente, los mismos cruceños, identifica a PODEMOS con los partidos “tradicionales”, hay que maquillar el asunto con discurso regionalista. En las resoluciones, los paros cívicos o las posturas sospechosamente cercanas a la oposición, siempre aparece eso de “Santa Cruz dice...”, “Santa Cruz cree...”, “Santa Cruz quiere...” o cualquier cosa que, pudiendo ser el sentir verdadero de la población cruceña, en términos formales es mas bien uno de los ejemplos mas patentes del autoritarismo que desgraciadamente este país tiene en muy diversas formas. Del mismo modo a la inversa, quien amenaza al comité cívico o la clase empresarial cruceña “ataca a Santa Cruz”.


Pero el cliché no viene solo de un lado. Hace pocas semanas tuvimos que soportar el absurdo ataque del canciller Choquehuanca a la zona Sur de La Paz, zona de “ricos”. Se nota que el canciller no conoce la composición social de esa zona. Es cierto, y esto lo demuestra, que dentro del MAS confluyen varios sectores, entre los cuales existe realmente un indigenismo excluyente a ultranza, pero es minoritario.


No se puede generalizar. Tanto el pueblo paceño, como el cruceño y los de las demás regiones del país no son tan irracionales como los presentan estos señores.


La propensión a llevar el problema de clases (explotadores y explotados) a un problema regional es puramente defensivo. Si hemos perdido el país, dirán las castas reaccionarias, quedémonos con algo. El problema, repito, no es el enfrentamiento entre regiones. Esa es la apariencia que se le quiere dar a la confrontación natural desde el repliegue de la derecha neoliberal gobernante el 2002 hasta ahora. El problema es un conflicto de clase que implica un problema étnico, ya que la clase empobrecida coincide mayormente con la población indígena.


Al principio veíamos que los grandes problemas que afectaron al MNR en la época de la revolución nacional son prácticamente los mismos que vive hoy el MAS que, fuera de sus incongruencias, aún me parece la opción menos mala por el hecho de ser el punto intermedio entre una izquierda ortodoxa, una derecha antinacional o un nacionalismo indigenista radical. Esos problemas no tienen porqué derivar en fatalismos tal y como se ha ido adelantando por una y otra parte en una suerte de amenaza y deseo. El problema del MAS es que se ve interpelado por una oposición desesperada, y una descomposición interna de sus bases sociales.


Decía en otros números que el problema de una revolución no es tanto la oposición como la propia estructura interna. En el caso del MAS, como partido popular y de masas, la confluencia de varios sectores sociales con demandas de larga data han proyectado una suerte de oposición frente a sí. Como decía Fernando Untoja, el régimen político esta frente al Estado. Parece una paradoja o una imposibilidad pero es así. Los sectores más problemáticos ahora, apoyaron antes el proyecto de Evo Morales. Las muertes acaecidas en Huanuni revelan esto. Se saben a sí mismos en el poder, y quieren aprovechar ventajas particulares olvidando la necesidad de una planificación duradera. Por eso también lo desmedido de sus formas de presión. A las que ahora se suman otros sectores que incluso desde la extrema izquierda revelan eso de común en la Historia de Bolivia: “el diablo no sabe para quien trabaja”.


La solución nacionalista de izquierda más allá del partido gobernante no puede dejar de estar vigente. Recuerdo en este punto el concepto de “nación proletaria” que, a mi parecer, es una de las formas más acertadas de ver la relación de Bolivia en el contexto internacional frente a las naciones capitalistas. Recuerdo esto porque en octubre del 2003 vimos a esa nación proletaria en acción, defendiendo aquello que veía como su última oportunidad de lograr una vida digna, con más memoria histórica que aquellos que lanzan chirigotas, y con la única consigna de defender lo que más que realidad es un símbolo: el gas. Ese es el contexto que deseo recordar. Ese momento que le da sentido a esta renovación del nacionalismo. No me refiero solo a los sectores indígenas o sus descendientes urbanos, sino a la sociedad civil de gran número de sectores que respondió, aunque fugazmente, al sentido identitario más sublime: el de la Bolivianidad como hermandad y defensa del oprimido.

Bienvenida a los Kritikós

Este blog ha sido creado como una forma de extender mi propio horizonte de posibilidades dentro de lo que más me apasiona: el pensamiento crítico. 

¿De qué tipo debe ser la crítica? De cualquier tipo, pues si tuviera límites ya no sería libre, y si la crítica no es libre, no es crítica. 


Mi postura básica para la crítica es un materialismo racionalista que iremos delineando con el tiempo. Por lo demás el fin de este sitio es establecer un espacio para compartir ideas.


Con esta breve introducción les doy la bienvenida.